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La Terapia filosófica se nutre de una tradición que se encuentra en los orígenes mismos de la filosofía, desde Sócrates y Platón en la antigua Grecia a Lao-Tzé y Confucio en la antigua China, y pretende recuperar a la filosofía como una herramienta de gran valor para la vida cotidiana de las personas.

En nuestro caso, el filósofo es un profesional entrenado para acompañar al consultante en la reflexión sobre diversos tópicos que pueden abarcar desde problemas personales hasta inquietudes vinculadas con el devenir social y cultural. Facilita la reflexión filosófica conjunta entre dos personas o en grupo y comunidades.

El filósofo no ofrece una terapia alternativa sino una alternativa a la terapia. No dialoga en tanto profesor de filosofía, aunque pueda valerse del conocimiento filosófico, ni como un tutor de consciencia que prescribe recetas amparadas en la autoridad de algún filósofo célebre. La base para el diálogo es la empatía y la igualdad; el consultante no es enjuiciado sino acompañado en un marco de libertad para el diálogo.

La Terapia filosófica tiene como principio la idea de Kierkegaard de que toda ayuda verdadera comienza con un acto de humildad, con la convicción de que si bien se puede manejar cierto conocimiento, es dudoso que se tenga respuesta a todas las grandes cuestiones. Lo que se busca es acompañar y ayudar al consultante, no ser admirado por él en virtud de la supuesta "superioridad" de su conocimiento.

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